viernes, 7 de febrero de 2014

Semillas que siembro en macetas

febrero 6, 2014

    Semillas que caen, semillas que el viento transporta, que la Tierra y el Sol fecundan y nutren, y el agua alimenta.

    Semillas que veo y siembro en macetas para poder ser testigo de otra manifestación de la creación. Semillas que serán retoños y luego plantas. Y, aunque yo no llegue a ver al añoso árbol en que se transformará, igual las siembro, ¿qué importa?, ¿porqué no?, si no son mías, si son de la vida.

    Y me maravillo ante el milagro, ante el poder de la creación, de la vida, del incesante re-nacer de las infinitas manifestaciones de la eternidad ¡Qué Universo abundante! El cuerno está siempre lleno. La creación es inagotable, no tiene límites. Me maravillo y me lleno de gozo.

    Y pensar que a veces no vemos la maravilla y el milagro por correr tras la ilusión que pone vendas delante de nuestros incrédulos ojos que no saben ver la realidad infinita, la verdad eterna que es la creación. Esa creación que se manifiesta de mil maneras delante nuestro y que, muchas veces, pasa desapercibida ante nuestras miradas que no ven, nuestros oídos que no saben oír, nuestras manos que no saben sentir.

    Hay otros sentidos, más etéreos, son los sentidos del corazón, los que nos permiten volar por parajes sutiles y vibrantes, donde la energía es rápida e invisible para el ojo material, sólo la ve el ojo real, que es el que percibe cuando el párpado cubre al otro. Sólo se ve cuando el ojo material se corre a un costado y deja espacio al más profundo sentir , a ese sentir que es eterno, que es parte del no-tiempo, del no-espacio, de la nada, del todo, de la energía más elevada que recorre el Universo en fracciones de segundo, que está en todas partes a la vez, que lo ve todo, que lo siente todo, que lo sabe todo.

    Siembro semillas en macetas para dejarme llevar por ese eterno sentir, para ser una con la creación. ¡Qué maravilla que donde nada había ahora haya universos enteros!  Esa minúscula semilla lleva el génesis en su interior, toda la creación es parte de ella y es parte mía, que alguna vez fui semilla. Ambas fuimos fecundadas en un útero, yo en el de una mujer, ella en el de la Madre Tierra. Ambas fuimos fecundadas por un padre y una madre, los míos fueron humanos, los de ella la Madre Tierra y el Padre Sol.

    ¿Cómo no amar esa pequeña semilla que es como yo? ¿Cómo no amar todo, que es uno conmigo?

    ¿Quién soy? La eternidad.

    ¿De dónde vengo? De la nada y del todo adonde volveré cuando ya no vista este traje. Mientras tanto, a jugar y a gozar de cada instante agradeciendo estar viva. Ese es el sentido de la vida. Me siento plena.

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